Amanece el miércoles 3 de febrero:San Martín posicionó sus tropas detrás del monasterio desalojado,
ocultándolas de la vista de los españoles que llegaban del río, y les
ordenó que se mantuvieran en silencio mientras él subía a la torre del
monasterio para observar al enemigo en el momento en que éste se
preparaba para desembarcar.

Apostó a los milicianos con sus armas de
fuego en el interior del edificio con el fin de que defendieran la
puerta principal y ofrecieran cobertura a la caballería cuando ésta
atacara.
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| Cementerio interno del monasterio están enterrados los curas y en ese lugar especial los restos de los granaderos |
Si el avance de la caballería encontraba resistencia, entonces
la infantería podía ofrecerle fuego de cobertura en su retirada.
Hacia
las 5.30 de la mañana del 3 de febrero, San Martín ascendió a la torre
por segunda vez y vio desembarcar a doscientos veinte marineros.
Unos 250 españoles
habían desembarcado al mando del capitán de artillería urbana Antonio de
Zabala. No sospechaban nada, pero conocían su trabajo: marchaban en
doble columna, a paso redoblado, con bandera desplegada en dirección al
convento.
Cuando San Martín bajó de la torre, sacó su sable y dio órdenes a sus soldados, a los que prohibió abrir fuego: la vanguardia debía atacar al enemigo con lanzas y el resto con espadas; asimismo, instó a los oficiales a actuar con decisión como merecía la valía del regimiento.
Él dirigiría el ataque en el centro y el capitán Justo Bermúdez, por la derecha, atacaría el flanco izquierdo del enemigo.

Los realistas se encontraban a doscientos metros del monasterio, una
buena distancia para que San Martín lanzara una carga súbita con un
elemento de sorpresa y sus hombres pusieran en práctica las lecciones
que les había enseñado en un ataque ininterrumpido; así se impediría al
enemigo emplear su capacidad de fuego plenamente. Los Granaderos
rompieron filas y en quince minutos el terreno estaba cubierto de
heridos y muertos.
Durante la carga inicial, el caballo de San Martín recibió un disparo terrible y
cayó muerto en tierra. Con su pierna derecha aprisionada, recibió un golpe de
refilón en la mejilla izquierda propinado por un marino español que le
atacó con su espada, y cuando otro soldado enemigo
se disponía a matarlo con su bayoneta, un granadero le salvó la vida
con su lanza, el soldado Juan Bautista Baigorria, quien se
interpuso y mató al soldado realista.
En ese mismo momento, Juan Bautista Cabral corrió a su auxilio para
liberar a su jefe del caballo muerto que lo aprisionaba en la pierna. En aquel accionar nuestro granadero correntino recibe dos heridas
mortales y en sus últimos suspiros gritó con entereza: ¡Muero contento!
Hemos batido al enemigo; Cabral fue trasladado al convento de San Lorenzo para curar sus heridas, pero luego de dos horas muere
repitiendo las mismas palabras mencionadas en el campo de combate. Póstumamente fue ascendido al grado de sargento, mérito a su valentía y arrojo.
Los Granaderos lanzaron una segunda carga
y empujaron a los españoles a la orilla del río, desde donde
consiguieron escapar a sus botes, ayudados por los barrancos y
precipicios de la zona.
San Martín era consciente de que no había impedido la retirada y escape
del enemigo, si bien éste había sufrido muchas bajas: cuarenta muertos,
catorce prisioneros y doce heridos, en comparación con las veintiséis
bajas que habían sufrido sus filas, de las que seis eran muertos y el
resto heridos.
El coronel atribuyó lo ocurrido a un fallo de su flanco
derecho, que no logró despejar su frente y regresar lo bastante de prisa
al realizar un recorrido innecesariamente largo por la izquierda.
Aunque había peleado con valentía y resultado gravemente herido, el
capitán Bermúdez sintió el peso de la responsabilidad, y cuando se le
amputó la pierna se soltó el torniquete para desangrarse hasta morir.

Disciplina y honor:
Las normas disciplinarias de los Granaderos eran severas y de su
aplicación se encargaba un tribunal de honor.
Un oficial podía ser
expulsado del cuerpo por, entre otras cosas, actuar con cobardía en el
campo de batalla, ser deshonesto, cometer injusticias con la tropa,
asociarse con rangos inferiores, golpear a cualquier mujer, aparecer en
público junto con prostitutas y beber en exceso. 
De estas medidas se
puede observar la dureza del carácter militar de San Martín.


Fuente: Casa Histórica. Museo Nacional de la Independencia
lcf 2024.