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sábado, 3 de febrero de 2024

3 de febrero de 1813, 211º aniversario del Combate de San Lorenzo/ Baptism of fire of the grenadiers of General jose de San Martin.

Amanece el miércoles 3 de febrero:

San Martín posicionó sus tropas detrás del monasterio desalojado, ocultándolas de la vista de los españoles que llegaban del río, y les ordenó que se mantuvieran en silencio mientras él subía a la torre del monasterio para observar al enemigo en el momento en que éste se preparaba para desembarcar.

Apostó a los milicianos con sus armas de fuego en el interior del edificio con el fin de que defendieran la puerta principal y ofrecieran cobertura a la caballería cuando ésta atacara.

Cementerio interno del monasterio están enterrados los curas y en ese lugar especial los restos de los granaderos

Si el avance de la caballería encontraba resistencia, entonces la infantería podía ofrecerle fuego de cobertura en su retirada. 

Hacia las 5.30 de la mañana del 3 de febrero, San Martín ascendió a la torre por segunda vez y vio desembarcar a doscientos veinte marineros.

 

Unos 250 españoles habían desembarcado al mando del capitán de artillería urbana Antonio de Zabala. 

No sospechaban nada, pero conocían su trabajo: marchaban en doble columna, a paso redoblado, con bandera desplegada en dirección al convento.

Cuando San Martín bajó de la torre, sacó su sable y dio órdenes a sus soldados, a los que prohibió abrir fuego: la vanguardia debía atacar al enemigo con lanzas y el resto con espadas; asimismo, instó a los oficiales a actuar con decisión como merecía la valía del regimiento.  

Él dirigiría el ataque en el centro y el capitán Justo Bermúdez, por la derecha, atacaría el flanco izquierdo del enemigo. 

Los realistas se encontraban a doscientos metros del monasterio, una buena distancia para que San Martín lanzara una carga súbita con un elemento de sorpresa y sus hombres pusieran en práctica las lecciones que les había enseñado en un ataque ininterrumpido; así se impediría al enemigo emplear su capacidad de fuego plenamente. Los Granaderos rompieron filas y en quince minutos el terreno estaba cubierto de heridos y muertos. 

Durante la carga inicial, el caballo de San Martín recibió un disparo terrible y cayó muerto en tierra. 

Con su pierna derecha aprisionada, recibió un golpe de refilón en la mejilla izquierda propinado por un marino español que le atacó con su espada, y cuando otro soldado enemigo se disponía a matarlo con su bayoneta, un granadero le salvó la vida con su lanza, el soldado Juan Bautista Baigorria, quien se interpuso y mató al soldado realista.

En ese mismo momento, Juan Bautista Cabral corrió a su auxilio para liberar a su jefe del caballo muerto que lo aprisionaba en la pierna.                                                                                                  En aquel accionar nuestro granadero correntino recibe dos heridas mortales y en sus últimos suspiros gritó con entereza: ¡Muero contento! Hemos batido al enemigo; Cabral fue trasladado al convento de San Lorenzo para curar sus heridas, pero luego de dos horas muere repitiendo las mismas palabras mencionadas en el campo de combate. Póstumamente fue ascendido al grado de sargento, mérito a su valentía y arrojo.

Los Granaderos lanzaron una segunda carga y empujaron a los españoles a la orilla del río, desde donde consiguieron escapar a sus botes, ayudados por los barrancos y precipicios de la zona.

 

  

San Martín era consciente de que no había impedido la retirada y escape del enemigo, si bien éste había sufrido muchas bajas: cuarenta muertos, catorce prisioneros y doce heridos, en comparación con las veintiséis bajas que habían sufrido sus filas, de las que seis eran muertos y el resto heridos. 

El coronel atribuyó lo ocurrido a un fallo de su flanco derecho, que no logró despejar su frente y regresar lo bastante de prisa al realizar un recorrido innecesariamente largo por la izquierda. Aunque había peleado con valentía y resultado gravemente herido, el capitán Bermúdez sintió el peso de la responsabilidad, y cuando se le amputó la pierna se soltó el torniquete para desangrarse hasta morir.

 

Disciplina y honor:

Las normas disciplinarias de los Granaderos eran severas y de su aplicación se encargaba un tribunal de honor. 

Un oficial podía ser expulsado del cuerpo por, entre otras cosas, actuar con cobardía en el campo de batalla, ser deshonesto, cometer injusticias con la tropa, asociarse con rangos inferiores, golpear a cualquier mujer, aparecer en público junto con prostitutas y beber en exceso.

De estas medidas se puede observar la dureza del carácter militar de San Martín.

 

Fuente: Casa Histórica. Museo Nacional de la Independencia

lcf 2024.

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